domingo, 25 de noviembre de 2012

"DESNUDOS" de Carmen María Sabio



La ciudad los contempla desnudos.
Abrigados, ella y él,
por los abrazos que escupen los tentáculos de un pulpo.
No hay nadie más.
Sus miradas borran cualquier rastro,
que no sea el de sus propias sombras.
La pasión guía sus pasos vestida de púrpura.
Las palabras de ella se transforman en versos,
en susurros le responde él; de susurros se vuelve el anochecer.
El caminar se les hace cuesta abajo, a la conquista de sus propios deseos.
El pudor se quedó durmiendo la siesta, mientras la noche
los empuja a que dejen las riendas sueltas.
Las sabanas estallan en caricias, alargando el deseo.
Suenan canciones que sólo entienden de gemidos: Je t´aime, moi non plus.
Pactan sus almas a través de la risa, que los espera al alba,
tras la corriente ardiente de un torrente de fluidos que los desemboca en el clímax.

Carmen María Sabio

24/10/2012

Escrito a vuela pluma sobre la imagen.

"PUEBLO" de Haydée Acosta Godoy

  


Llegó el otoño y aunque algunas casas del pueblo estaban pintadas de vivos colores, el aire se envolvió de un ocre suave y de algunos signos de tormenta, donde sólo se destacaba, sobresaliendo del resto de los tejados, la alta torre del campanario de la Ermita.

Haydée Acosta Godoy 
24/10/2012
Escrito a vuela pluma a partir del dibujo.


"INSTROPECCIÓN" de Haydée Acosta Godoy

 
    El cerebro, como un gran óvulo del que nace la creación y la vida. Casi podría decirse que en él, duerme el principio del hombre irradiando hacia fuera en todas direcciones, miles de sentimientos y vibraciones de variados colores, que como hilos de una cabellera, fuera extendiendo surcos en un espacio infinito, en busca de otros mundos semejantes con que poblar el Universo.

Haydée Acosta Godoy 
24/10/2012
Escrito a vuela pluma a partir del dibujo.


"PUZLE" de Haydée Acosta Godoy

  

Pasaron las vacaciones y cada mochuelo voló a su olivo.  Los estudios y el trabajo, desperdigaba a mis hijos en diferentes direcciones.  Cada temporada, quedaban los armarios por revisar, la ropa por desechar y así, la vida en marcha.  La tarde nublada y lentorra, me inspiró para abrir cajas y cajones.  De a poco me fui encontrando con infinidad de objetos y detalles , que me aceleraban el corazón o me inspiraban sonrisas.  No veía fácil terminar con todo aquello de una sola vez. Apilé cosas, aparté algunas, guardé otras. Lo mejor fue redescubrir aquella caja con el puzzle que había sido por mucho tiempo, el juguete preferido de uno de ellos.  Y fue mi mejor regalo aquella tarde, porque terminé ilusionada, arrimada a la cama, montando por milésima vez, el puzzle del rinoceronte.

Haydée Acosta Godoy 
24/10/2012
Escrito a vuela pluma a partir del dibujo.

jueves, 15 de noviembre de 2012

"7 de julio (San Fermín)" de Ildefonso Gómez Sánchez





La plaza estaba llena hasta la bandera, como cada 7 de julio. Primer día de corrida. El alborozo era notable. Lo importante era la fiesta, la jarana; lo de menos era la suerte del toro. Las peñas jaleaban con el corazón contento y disfrutaban del kalimotxo, más como arma arrojadiza que como bebida sanferminera. El clarín rompió el aire y de pronto apareció el toro en el ruedo, con el ímpetu del que se sabe seguro de su suerte. Quinientos noventa kilos, bragado y astifino. La plaza hervía de afición. El torero entregado en su faena, un  pase, otro y...  el cuerno entró por el costado. El coso se estremeció en un griterío informe. El cuerpo del morlaco arrolló de nuevo el cuerpo del torero como si fuera un pelele de trapo. Al fin la cuadrilla pudo llamar la atención del astado y salió al lance en un mareo de capotes. El cuerpo del torero fue rescatado del albero, loca carrera hacia la enfermería. El torero por la herida perdía sangre y vida. El toro en mitad de la plaza, aún no sabía el final de su suerte.

Ildefonso Gómez Sánchez
24/10/2012
Escrito a vuela pluma sobre la imagen.

"EL VITRAL" de Ildefonso Gómez Sánchez


          Limpió el vitral del ventanal con la parsimonia que producen los calores del verano. Los alisios dejaron restos de arena de las calimas y de salitre del marismo.
          La señora siempre quería ver el mar y las dunas, tras los cristales del gran vitral, burbuja climatizada a 21 grados, mientras sorbía lentamente un café frappé amargo con abundante hielo.
          Se aplicó con ganas en el vitral, parecía inexistente, cerró con cuidado las grandes hojas que lo formaban. Fue a guardar los trapos de hilo de algodón, eran los apropiados, no dejaban pelusas ni forman iridiscencias en el cristal. Debía ir a la cocina a preparar el café, la señora debería estar a punto de levantarse de la siesta. Un golpe seco sonó de pronto. Una cotorra de blancas plumas no percibió la dureza que franqueaba aquel espacio, verdadero vergel entre sombras y luz indirecta. En el suelo de baldosas de barro cocido revoloteaba conmocionada la cotorra. Lucrecia abrió las dos grandes hojas del vitral, tomó la cotorra entre sus brazos, la abrazó con mimo hasta que notó que voló a ese mundo, donde sólo van las aves, que se quedaron sin su cielo.

Ildefonso Gómez Sánchez
24/10/2012

Escrito a vuela pluma

miércoles, 14 de noviembre de 2012

"MANOS" de José Guerrero

 
                                                
 
   Al emprender un viaje por tierras lejanas, por los lugares posibles del planeta, África, Asia, Oceanía…, el viajero se había topado con todo tipo de incongruencias, calamidades y situaciones inimaginables, llegando casi siempre a la conclusión de que sobraban por doquier bombas, negra metralla y tsunamis, pero siempre faltaban manos, alguien que ayudase a sus semejantes en lo más perentorio, que tuviese en cuenta las múltiples penalidades por las que atraviesan millones y millones de criaturas, salvándolos del lodo, de los apestados contenedores hechos montañas, de la famélica impotencia.
   Al cabo de un tiempo, y después de recorrer innumerables territorios, ríos, ásperos desiertos, descubrió, sin apenas proponérselo, algo que le turbó, que le llegó al alma, unas raras tribus apostadas en un inhóspito lugar, que disponían de racimos de manos por todos los costados, era como un prodigio el comprobar a través de las prístinas pesquisas y escuetas averiguaciones que allí se debía respirar la mayor de las fragancias, toda una especie de delicia paradisíaca, donde se rumiaba el incalculable valor del pan amasado entre tantas desprendidas manos, que sabría a cielo o a tocino de cielo, no había penurias, y la felicidad brotaba cantarina y vigorosa entre tantas tiernas manos revoloteando por el entorno, repartiendo bocadillos, globos de infinitos colores, fantasías sin cuento, era el cuento de nunca acabar, achicando agua en las cabañas, preparando en el fuego carne recién cazada en el bosque, abrazándose unos a otros de continuo por la alegría de la lluvia, del sol, de la brisa, de la niebla, de la puesta de sol, de la nocturnidad, dándose los más estimulantes parabienes, cálidas palmaditas en la espalda y en la frente, formando todos una piña, entregados en cuerpo y alma y manos a los demás.
 
José Guerrero
24/10/2012
Escrito a vuela pluma

"CAOS" de Vicky Fernández

Caos


  

Paleta de amarillos, rojos y azules,
oquedad sobre la superficie terrestre,
remolino de anaranjados
que retornan al seno materno
buscando el equilibrio imposible.
Caos,
sol ardiente.
Caos,
firmamento convulso.
Caos,
océanos enfurecidos.
Caos,
Naturaleza herida.
Caos más allá de mi mente.


                   Vicky Fernández
                   24/10/2012

                   (Escritos a vuela pluma)


"OJOS DE GATA" de Lucía Muñoz Arrabal

 
            Ella se llama Charo y tiene ojos de gata naranja con motitas amarillas, cuya visión nocturna le ha hecho ser una chica de la noche, pero no se equivoquen, ella no es una más de esas desgraciadas mujeres que están aparcadas  en las sucias aceras o en las cunetas de las carreteras exhibiendo sus cuerpos semidesnudos y fumando cigarrillos para calentar sus gargantas.
            Charo de treinta y cinco años, morena y de carnes prietas, pasea  recorriendo la ciudad cuando todos plácidamente duermen, es amiga de los pedigüeños, los borrachines y los vagabundos del parque, a los que lleva comida y algún cartón de vino que comparte con ellos mientras charlan de sus solitarias y míseras vidas.
            Últimamente ha descubierto que se está enamorando de una chica en extremo delgada y rubia, que si no fuese por la suciedad que lleva encima en sus ajados ropajes y en su piel reseca, sería muy pero que muy atractiva, de hecho, algunas noches de charla en el parque en algún banco solitario o bajo el abrigo de algún árbol frondoso, Cristina, que así se llama la vagabunda, le confesó a Charo que había sido modelo para algunas revistas e incluso había hecho algún anuncio publicitario para la televisión local de Madrid, pero que un buen día, así de sopetón, sintió que ya nada le llenaba y lo dejó todo, trabajo, familia, amigos y ciudad,  y se dedicó a ir de ciudad en ciudad con los pocos ahorros que tenía, hasta que se le acabaron y terminó pidiendo en las calles y en las puertas de las iglesias, hasta que llegó a Málaga hacía un año.
            No sabe Charo con certeza si eso que le relató Cristina es verdad o no, pero cómo se ha enamorado de ella, quiere creer que es así, y que su chica es una joven desvalida que necesita que ella la cuide, la mime y la lleve a su casa para bañarla y darle un techo donde resguardarse del frío que se avecina, pues es finales de Septiembre.
            Cristina hasta ahora se ha negado rotundamente cada vez que Charo le ha hablado del tema, hasta ha llegado a enfadarse, amenazándola con que cualquier noche no la encuentra ya en su cama de cartones y periódicos.
            Charo mira con sus ojos de gata hipnótica a Cristina que está sentada a su lado en un banco del parque. Tiene unas ganas tremendas de demostrarle todo el amor que siente por ella, desea besar esos labios rojos, abrazarla y sentir el contacto y el calor de su cuerpo.
―No me claves tus ojos de gata― le dice Cristina.
―Es que no puede evitarlo.
―Te repito que no lo hagas más, cómo tampoco vuelvas a traerme más ropa limpia ni champú. No comprendes que para pedir no puedo ir limpia ni bien vestida, ¿quién me iba a dar algo de esa manera?
Charo vuelve a clavar su mirada de gata en Cristina y ésta vuelve la cara disgustada.
―¿Cuándo me vas a hacer caso, Cristina? Tengo tantas ganas de cuidarte, de hacerte feliz.
―¿Quién te dice que yo no sea feliz ahora? En la calle me siento libre, no tengo ataduras ni de tiempo, voy al día, como de lo que encuentro o me dan.
―Pero pronto llegará el invierno y las noches se harán muy frías ― le dice y se acerca aún más a ella e intenta cogerle una mano.
Cristina en un gesto brusco se aparta de Charo y se levanta del banco con gesto de querer marcharse.
―No te vayas― le suplica Charo.
―¡Déjame en paz!
En cuanto Cristina comienza caminar, Charo se levanta y en su desesperación  la agarra por su largo cabello para detenerla.
―¡Suéltame!
Charo la libera y tremendamente abatida le confiesa lo que siente por ella.
―¡Qué no ves que te estoy enamorada de ti!
―Y ¿Así me lo demuestras, tirándome de los pelos?
Charo se arrodilla ante los pies de la joven.
―¿Qué quieres que haga? ¡Dímelo, Cristina! ―dice llorando.
―Por lo pronto levántate, qué  estás dando el espectáculo a esos borrachines ―dice señalando a un grupo de mendigos que están presenciando la escena desde otro banco.
Charo y Cristina,  están nuevamente sentadas en el mismo banco de antes.
―Tía, es la declaración de amor más rara que me han hecho nunca.
Charo sonriendo vuelve a clavarle su mirada de gata enamorada y esta vez, Cristina no la rechaza.
 
Lucía Muñoz Arrabal
24/10/2012
 
Escrito a vuela pluma