miércoles, 14 de noviembre de 2012

"OJOS DE GATA" de Lucía Muñoz Arrabal

 
            Ella se llama Charo y tiene ojos de gata naranja con motitas amarillas, cuya visión nocturna le ha hecho ser una chica de la noche, pero no se equivoquen, ella no es una más de esas desgraciadas mujeres que están aparcadas  en las sucias aceras o en las cunetas de las carreteras exhibiendo sus cuerpos semidesnudos y fumando cigarrillos para calentar sus gargantas.
            Charo de treinta y cinco años, morena y de carnes prietas, pasea  recorriendo la ciudad cuando todos plácidamente duermen, es amiga de los pedigüeños, los borrachines y los vagabundos del parque, a los que lleva comida y algún cartón de vino que comparte con ellos mientras charlan de sus solitarias y míseras vidas.
            Últimamente ha descubierto que se está enamorando de una chica en extremo delgada y rubia, que si no fuese por la suciedad que lleva encima en sus ajados ropajes y en su piel reseca, sería muy pero que muy atractiva, de hecho, algunas noches de charla en el parque en algún banco solitario o bajo el abrigo de algún árbol frondoso, Cristina, que así se llama la vagabunda, le confesó a Charo que había sido modelo para algunas revistas e incluso había hecho algún anuncio publicitario para la televisión local de Madrid, pero que un buen día, así de sopetón, sintió que ya nada le llenaba y lo dejó todo, trabajo, familia, amigos y ciudad,  y se dedicó a ir de ciudad en ciudad con los pocos ahorros que tenía, hasta que se le acabaron y terminó pidiendo en las calles y en las puertas de las iglesias, hasta que llegó a Málaga hacía un año.
            No sabe Charo con certeza si eso que le relató Cristina es verdad o no, pero cómo se ha enamorado de ella, quiere creer que es así, y que su chica es una joven desvalida que necesita que ella la cuide, la mime y la lleve a su casa para bañarla y darle un techo donde resguardarse del frío que se avecina, pues es finales de Septiembre.
            Cristina hasta ahora se ha negado rotundamente cada vez que Charo le ha hablado del tema, hasta ha llegado a enfadarse, amenazándola con que cualquier noche no la encuentra ya en su cama de cartones y periódicos.
            Charo mira con sus ojos de gata hipnótica a Cristina que está sentada a su lado en un banco del parque. Tiene unas ganas tremendas de demostrarle todo el amor que siente por ella, desea besar esos labios rojos, abrazarla y sentir el contacto y el calor de su cuerpo.
―No me claves tus ojos de gata― le dice Cristina.
―Es que no puede evitarlo.
―Te repito que no lo hagas más, cómo tampoco vuelvas a traerme más ropa limpia ni champú. No comprendes que para pedir no puedo ir limpia ni bien vestida, ¿quién me iba a dar algo de esa manera?
Charo vuelve a clavar su mirada de gata en Cristina y ésta vuelve la cara disgustada.
―¿Cuándo me vas a hacer caso, Cristina? Tengo tantas ganas de cuidarte, de hacerte feliz.
―¿Quién te dice que yo no sea feliz ahora? En la calle me siento libre, no tengo ataduras ni de tiempo, voy al día, como de lo que encuentro o me dan.
―Pero pronto llegará el invierno y las noches se harán muy frías ― le dice y se acerca aún más a ella e intenta cogerle una mano.
Cristina en un gesto brusco se aparta de Charo y se levanta del banco con gesto de querer marcharse.
―No te vayas― le suplica Charo.
―¡Déjame en paz!
En cuanto Cristina comienza caminar, Charo se levanta y en su desesperación  la agarra por su largo cabello para detenerla.
―¡Suéltame!
Charo la libera y tremendamente abatida le confiesa lo que siente por ella.
―¡Qué no ves que te estoy enamorada de ti!
―Y ¿Así me lo demuestras, tirándome de los pelos?
Charo se arrodilla ante los pies de la joven.
―¿Qué quieres que haga? ¡Dímelo, Cristina! ―dice llorando.
―Por lo pronto levántate, qué  estás dando el espectáculo a esos borrachines ―dice señalando a un grupo de mendigos que están presenciando la escena desde otro banco.
Charo y Cristina,  están nuevamente sentadas en el mismo banco de antes.
―Tía, es la declaración de amor más rara que me han hecho nunca.
Charo sonriendo vuelve a clavarle su mirada de gata enamorada y esta vez, Cristina no la rechaza.
 
Lucía Muñoz Arrabal
24/10/2012
 
Escrito a vuela pluma
 
 
 
 


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